15 nov 2022

 Amarillo extraño en la oscuridad que fagocita las líneas del horizonte isleño, un Paraná negro, difuso y vivo. Como el lomo de un caballo en un cuarto oscuro. “Mirá la Luna”, le dije. Y miró un rato, como si tratara de una silla, una mesa o cualquier cosa inventada por estos simios con ropa. La Luna, era única, anterior a nosotros, cómo no amarla, cómo no desearla y venerarla. No me indigné como en otro momento lo hubiese hecho. No me importó. El éxtasis oculto y modesto emergía como Ella, la Luna. Frené. La otra Ella frenó. Para esperarme, no para contemplar. Me planté más en la decisión de contemplar. Ella continuó con la inercia de la espera y comenzó a hablar de alguna mesa, una silla o cualquier otro invento poco importante. “La beso”, pensé. Volví a contemplar a Ella, la Luna.