6- otros autores





 "Me hace sentir bien. Es asunto de estilo frente a ninguna oportunidad". La frase desde luego recuerda el concepto hemingwayano de "gracia bajo la presión"que acaso ha sido mejor traducido como "elegancia en el sufrimiento"
Bukowski



:autor desconocido.-

la vida explicada

En el primer día Dios creó el perro.
 En el segundo día Dios creó el mico. Dios dijo, "Entretenga a la gente, haga monerías de micos, hágalos reír. Le daré una duración de vida de veinte años." El mono dijo, "Qué aburrido, ¿monerías de mico por veinte años?  No lo creo. El perro le regresó diez años, así que eso es lo que haré también, ¿está bien?"  Y Dios estuvo de acuerdo.
En el tercer día Dios creó a la vaca. Dios dijo, "debe ir al campo con el granjero todo el día y sufrir bajo el sol, tener terneros y dar leche para mantener al granjero. Le daré una duración de vida de sesenta años." La vaca dijo, "Ése es un tipo de vida dura que usted quiere que yo viva por sesenta años.  Déjeme tener veinte y usted se puede guardar los otros cuarenta." Y Dios estuvo de acuerdo de nuevo.
 En el cuarto día Dios creó al hombre. Dios dijo, "Coma, duerma, juegue, cásese y goce la vida.  Le daré a usted veinte años." El hombre dijo, "¿Qué?  ¡Solamente veinte años!  Déjeme decirle, tomaré mis veinte años, y los cuarenta que la vaca le regresó y los diez que le regresó el mono y los diez que le regresó el perro, eso hace ochenta, ¿está bien?" "Está bien," dijo Dios. "Trato hecho."
 Moraleja
 Así es que por los primeros veinte años nosotros comemos, dormimos, jugamos, y disfrutamos de nosotros mismos; por los siguientes cuarenta años nos esclavizamos al sol para mantener a nuestra familia; por los siguiente diez años hacemos monerías de mico para entretener a nuestros nietos; y por los últimos diez años nos sentamos en el porche del frente y le ladramos a todos.
En el tercer día Dios creó a la vaca. Dios dijo, "debe ir al campo con el granjero todo el día y sufrir bajo el sol, tener terneros y dar leche para mantener al granjero. Le daré una duración de vida de sesenta años." La vaca dijo, "Ése es un tipo de vida dura que usted quiere que yo viva por sesenta años.  Déjeme tener veinte y usted se puede guardar los otros cuarenta." Y Dios estuvo de acuerdo de nuevo.
 En el cuarto día Dios creó al hombre. Dios dijo, "Coma, duerma, juegue, cásese y goce la vida.  Le daré a usted veinte años." El hombre dijo, "¿Qué?  ¡Solamente veinte años!  Déjeme decirle, tomaré mis veinte años, y los cuarenta que la vaca le regresó y los diez que le regresó el mono y los diez que le regresó el perro, eso hace ochenta, ¿está bien?" "Está bien," dijo Dios. "Trato hecho."
 Moraleja
 Así es que por los primeros veinte años nosotros comemos, dormimos, jugamos, y disfrutamos de nosotros mismos; por los siguientes cuarenta años nos esclavizamos al sol para mantener a nuestra familia; por los siguiente diez años hacemos monerías de mico para entretener a nuestros nietos; y por los últimos diez años nos sentamos en el porche del frente y le ladramos a todos.
 Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. 

 Muchos artistas intentaron. El rey observo y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.

la paz perfecta

 La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas placidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
 La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos.  Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada lo pacífico.

 Pero cuando el rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado placidamente un pajarito en el medio de su nido... paz perfecta.

 El rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? porque, explicaba el rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Éste es el verdadero significado de la paz.
 
 Muchos artistas intentaron. El rey observo y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas. 
 La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas placidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
 La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos.  Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada lo pacífico.

 Pero cuando el rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado placidamente un pajarito en el medio de su nido... paz perfecta.

 El rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? porque, explicaba el rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Éste es el verdadero significado de la paz.

 La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas placidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta. 
 La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos.  Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada lo pacífico. 
 Pero cuando el rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado placidamente un pajarito en el medio de su nido... paz perfecta.

 El rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? porque, explicaba el rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Éste es el verdadero significado de la paz.

 Pero cuando el rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado placidamente un pajarito en el medio de su nido... paz perfecta.
 El rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? porque, explicaba el rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Éste es el verdadero significado de la paz.

 El rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? porque, explicaba el rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Éste es el verdadero significado de la paz.


Dios dijo, "Siéntese todo el día a la puerta de su casa y ladre a cualquiera que venga a entrar o que pase caminando. Le daré una duración de vida de veinte años." El perro dijo, "Eso es demasiado largo para estar ladrando. Déme diez años – usted se puede guardar los otros diez." Así entonces Dios estuvo de acuerdo.



Zen-eca:.- Cartas a Lucilo.


Muchas más son, Lucilio, las cosas que nos aterran que las que realmente nos aprietan, frecuentemente sufrimos más las opiniones que la realidad. No estoy hablando contigo la lengua de los estoicos, sino de manera mucho más llana: nosotros decimos que todo aquello que nos arranca gemidos y mugidos son ligerezas dignas de desprecio. Dejemos de lado tan magnas palabras - pero por los dioses, ¡cuán ciertas! -, lo que simplemente te aconsejo es que no seas desgraciado antes de tiempo como cuando aquellas eventualidades que tenidas por inminentes te provocaron pánico: quizás no lleguen nunca, en todo caso, no llegaron.
Algunas cosas en efecto nos atormentan mucho más de lo que deben, otras antes de que deban, todavía otras nos atormentan bien que de ninguna manera deban hacerlo; o bien agrandamos el dolor, o bien lo adelantamos o bien lo fraguamos. En cuanto al primer punto, puesto que el tema está sujeto a controversia y tenemos al respecto una litis abierta, la dejemos de lado por el momento. Lo que yo digo ligero, tu pretendes gravísimo; conozco algunos que ríen entre los latigazos, otros que gimen con puñetazos. Veamos por ello, una de dos, o esto acontece en virtud del evento en sí mismo o por causa de nuestras debilidades.
Concédeme que cada vez que los que te rodean quieran persuadirte de que eres desgraciado, de no reflexionar sobre lo que escuches sino sobre lo que sientes, que deliberes con tu paciencia y tu mismo te interrogues, tu, que mejor que nadie te conoces, "¿de qué es lo que se apiadan estos? ¿Qué es lo que los hace trepidar; como si temiesen que los contamine, como si acaso se pudiera contagiar la calamidad? ¿Es lo que me acontece realmente tan malo o tiene esto más mal renombre que nocividad? Interrógate tu mismo "¿no me estaré torturando, afligiendo sin causa y lo que no es malo, haciéndolo?"
"¿De qué manera" - preguntas - "puedo darme cuenta, si son fútiles o reales los motivos por los que me angustio?" Recibe la regla de estas cosas: o bien nos atormentamos con el presente, o con el futuro o con ambos. Del presente es fácil juzgar: si tu cuerpo está libre, sano y no eres víctima de las injurias de nadie, examinemos la cuestión del futuro: hoy por hoy no tiene nada que hacer.
"¡Pero sin embargo el futuro existe!" En primer lugar, examina si realmente hay o no pruebas ciertas de una desgracia futura, la mayor parte del tiempo en efecto sufrimos a causa de sospechas y juguetea con nosotros aquello de que "en la guerra el rumor desgasta": mucho más desgasta todavía el rumor a un individuo aislado. Así es Lucilio: rápido aceptamos las opiniones, no verificamos aquellas que nos inducen miedo ni las decorticamos, en lugar de esto nos ponemos a temblar y así ofrecemos la espalda a la manera que aquellos que desertan las casernas a causa del polvo levantado por ganado que huye, o como otros que son espantados por rumores dispersados por autor incierto.
No logro explicarme de qué manera, mucho más perturba lo vano, la verdad en efecto tiene su cierta moderación: lo que proviene de lo incierto acarrea consigo las conjeturas y fantasías de un ánimo despavorido. Nada por ello tan pernicioso, tan irrevocable como los temores pánicos, otros miedos ciertamente te privan de la razón, éstos hasta del pensamiento. Investiguemos entonces la cuestión diligentemente. Un mal futuro puede ser verosímil: no quiere decir que sea certero. ¡Cuánto no esperado llegó! ¡Cuánto muy esperado no compareció nunca! Incluso, si un mal futuro debe necesariamente acontecer, ¿quién te obliga a sufrir su dolor ahora? Suficientemente vas a sufrir cuando llegue, en el ínterin preságiate algo mejor.
¿Qué es lo que ganas?: tiempo. Muchas veces sucede que un peligro cercano o incluso inminente detiene su curso, desaparece o pasa a otra cabeza: el incendio abre un camino para la fuga; a veces un derrumbe te deposita suavemente, o la espada se frena justo antes de tu cerviz: muchos sobreviven a sus verdugos. Hasta la mala fortuna tiene sus caprichos: puede que llegue, puede que no llega, en el ínterinno es; imagínate algo mejor.
No pocas veces, sin la mínima señal aparente que haga presagiar un mal, se forman en el ánimo falsas representaciones: o bien tergiversamos para peor palabras de significación dudosa o nos imaginamos que ofensas que proferimos tienen mayor entidad que las que realmente poseen y cavilamos, no sobre cuánto enojo pudieron haber provocado, sino sobre todo aquello que podría hacer el ofendido. Así, ninguna razón para vivir habría ni sistema para enumerar las miserias, si se teme todo lo que pudiere temerse.
En esto, la prudencia ayuda, aquí la robustez del ánimo rechaza incluso el miedo que ostensiblemente tiene razón de ser. En caso contrario, neutraliza por lo menos la debilidad con la debilidad y tempera al miedo con la esperanza. De todo esto, nada es tan certero como que no nada de eso que tememos es certero ni que nuestros temores cesen y que nuestras expectativas nos decepcionen.
Ergo, esperanza y temor contrapone y cada vez que algo te parezca totalmente incierto, favorécete: cree lo mejor. Si el miedo tiene más argumentos, inclina en esto la balanza más bien del otro lado. Deja de perturbarte y haz dar vuelta continuamente en tu cabeza la idea siguiente: la mayor parte de los mortales, sin que ningún mal presente ni futuro los afecte para nada, se afiebran y se desbandan. Nadie en efecto se controla cuando comienza a acelerarse ni limita sus temores a lo real, nadie se dice: "el instigador de tal cosa es fantasioso, esto carece de substancia, o bien esto es fraguado o producto de la credulidad" nos dejamos llevar por la más insignificante brisa; nos espanta la duda como si fuera una evidencia; no tenemos en cuenta la justa medida de las cosas, inmediatamente en la inquietud se instala la ansiedad.
Me avergüenza hablar así contigo y proveerte de tan ligeros remedios. Que alguien diga "quizás no llege": tu dirás "¿y qué entonces, si llega? Habremos de ver quien gana; quizás venga por mi propio bien y la muerte cubre esta vida de honores." La cicuta engrandeció a Sócrates. [1] Quita a Catón [2] la espada que lo liberó: le arrancarás gran parte de su gloria.
Ya demasiado tiempo te estoy exhortando, cuando para ti admoniciones más que exhortaciones serían oportunas. No te estamos guiando manera contraria a tu naturaleza: nacido eras para esto de lo que estamos hablamos; aumenta éste tu bien y embellécelo.
Pero ya pondría a esta carta su fin si su sello imprimiese, es decir, estas magníficas voces que te envío: "Entre otros males, la estupidez tiene todavía este: siempre comenzar a vivir". Considera lo que estas palabras significan, ¡Oh Lucilio, varón óptimo!, comprende cuan insensato sería que el hombre coloque fútilmente todos los días el cimiento de una nueva vida, fundando nuevas expectativas ya al final.
Observa a tu alrededor cuidadosamente: apercibirás ancianos que febriles tejen intrigas, preparan viajes y empresas. ¿Qué hay más torpe que un senil que comienza a vivir? No adjuntaría el nombre del autor de estas palabras; si no figurasen entre las más secretas ni al margen de las cosas corrientes dichas por Epicuro, palabras estas que me permito loar y adoptar.
Que sigas bien.



CARTAS A LUCILIO de Séneca (Fragmentos)
Si quieres no ser esclavo de tu cuerpo, figúrate que estás alojado en él momentáneamente como un transeúnte, y no pierdas de vista que vas a perder el alojamiento de un instante a otro. Así te hará poca mella la necesidad de dejarlo. Pero, ¿cómo familiarizarse con la idea del propio fin cuando no tienen fin nuestros deseos? (LXX)





Es allí a donde voy
Más allá de la oreja existe un sonido, la extremidad de la mirada un aspecto, las puntas de los dedos un objeto: es allí a donde voy. La punta del lápiz el trazo. Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de alegría otra alegría, en la punta de la espalda magia: es allí a donde voy. En la punta del pie el salto. Parece historia de alguien que fue y no volvió: es allí a donde voy. ¿ O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas. ¿Realidad? Te espero. Es allí a donde voy. En la punta de la palabra está la palaba. Quiero usar la palabra "tertulia", y no sé dónde ni cuándo. Al lado de la tertulia está la familia. Al lado de la familia estoy yo. Al lado de mí estoy yo. Es hacia mí a dónde voy. Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe. Después de muerta es hacia la realidad adonde voy. Mientras tanto, lo que hay es un sueño. Sueño fatídico. Pero después, después de todo es real. Y el alma libre busca un canto para acomodarse. Soy un yo que anuncia. No sé de qué estoy hablando. Estoy hablando de nada. Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien me dirá con amor mi nombre. Es hacia mi pobre nombre adonde voy. Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos. Ellos me responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La del amor. Amor: yo os amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los celos son verdes. Mis ojos son verdes tan oscuros que en las fotografías salen negros. Mi secreto es tener los ojos verdes y que nadie lo sepa. En la extremidad de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita, la que pide, la que llora, la que se lamenta . Pero la que canta. La que dice palabras. ¿Palabras al viento? Qué importa, los vientos las traen de nuevo y yo las poseo. Yo al lado del viento. La colina de los vientos aullantes me llama. Voy, bruja que soy. Y me transmuto. Oh, cachorro, ¿dónde esta tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de mi cuerpo. Y muero lentamente. ¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros.


-Clarice Lispector-