21 dic 2023

la guerra no es simplemente tomar un fusil y morir para otro. Posiblemente, también, tenga un aspecto automático pero también ha de tener otro oculto que se derrama como una gota que escapa del tiempo, que escapa de la fuerza gravitatoria derramándose hacia arriba, hacia atrás, al pasado. Una sola vez viví la guerra, y fue así, en una oscura operación metafísica. Era una noche de sábado más, en la que actuaba en el teatro de Rayo un pieza absurda con dos compañeras actrices y una directora, las tres amigas, las tres brujas amigas. Yo hacia las acciones de un actor perdido en la falta de propósitos, en la distopía de un mundo que ya no tiene más nada que decir. El público, unas 40 personas, miraba detrás de la bruma que los separa de los actores en el escenario teatral. Lo recuerdo muy bien, ese pliegue temporal sucedió con cierta breve eternidad que contiene todo lo oscuro. Me encontraba corriendo en espiral hacia el centro del escenario y a medida que llegaba allí, me iba cayendo. La escena no tenía importancia, porque creo que la llave del portal fue el movimiento en espiral hacia el centro. Cuando terminé el trayecto, en esa atmósfera nocturna, con las luces del teatro, que, por fuera, de las luces, la oscuridad se hacia infinita, recuerdo que mientras declamaba algo de manera desgarrada, como un grito de guerra, no recuerdo el texto, hasta caer de rodillas, miré hacia arriba y vi  que un cuervo invisible aterrizó en rostro y luego la guerra. Escondida en la oscuridad, escondida en la sangre, escondida en algún pasado, en algún otro espacio. Vi el humo negro en el cielo de la noche, vi las explosiones verdes, vi las trincheras, vi la tierra muerta, sentí los gritos, sentí la sangre derramada y la desesperación en pocos segundos. No se si morí allí, no se si era yo en otra vida, si era yo en esta, si era un antepasado o quizás todo un invento. Me voy a llevar por siempre esa guerra que vi, o que recordé en la sangre.  Si fue un desdoble del tiempo, un trance, una construcción mental de un portal ficticio, no importa. Pero no me olvido de esa guerra.  La ejecución del obra teatral seguía en desarrollo y todo terminó con aplausos falsos, demasiado falsos para volver  de una batalla atemporal.

7 dic 2023

Las ganas de escribir, no son muy exactas, es una sensación que emerge de cierta insatisfacción por el mundo. De allí pueden originarse muchas cosas, hasta el suicidio o la necesidad de ser poseído por la locura. La simple vida minada de púas en un camino rutinario de crepúsculos y traslados, es la pecera angustiante de una muerte lenta.  Hace años releí un recuerdo, había muerto el padre de una amiga y en el funeral salimos a dar una vuelta a la redonda y vimos como todo seguía en marcha a pesar del tiempo detenido en el funeral de su padre, era cruel. Mientras recuerdo en segundos, voy manejando a mi trabajo, llegando tarde, veo a unos albañiles, unos repartidores de pan, unas mujeres caminando con prisa. La vida sigue, a pesar de cualquier cosa, pienso. Y en un momento veo que un jóven gira el cuello mientras descarga mercadería. Allí en ese gesto, casi automático, doy en la conclusión de que el mundo marcha pero de manera automática. Que loo automático marche y no es lo mismo que el mundo marche a secas, al menos que el mundo automático sea el mundo a secas. Por lo tanto hay un tiempo automático como el motor que hace avanzar el auto. Y, posiblemente este pensamiento se desplace en otro tiempo encubierto. Es otro, es más secreto, más lento. Que se mueve como una línea de agua que rebalsó de un charco, entre medio de los apurados pasos automáticos de aquellos que marchan, automáticos, a los automáticos trabajos. Ese mundo automático que Heiddeger  llamó impersonal, sería lo que marcha. Entonces, dentro de esta línea de gota rebalsada, pienso: lo impersonal no se detiene, el aliento del Demiurgo se desencadena inevitablemente. A su vez está ese otro tiempo, que rebalsa, de ese charco de insatisfacciones que aveces se detiene y vuelve derramar un pensamiento que no solo es pensamiento sino un estado encubierto en la máquina que también somos. Y ahora, estoy escondido, escribiendo, sentado en el trabajo, ocultado de la automaticidad del trabajo impersonal. Quizá me salgan antenas, quizá muera mañana, quizá esto cuando lo leas, sentirás ese charco, o más bien, sentirás la gota suave que se derrama para mostrarte que hay un charco incontinente. 
 La vasija, como dice el Tao, contiene el vacío, es su función más importante, pero una grieta en ella, un rebalse, es como un agónico despertar sin ruido sin gestos, es como tragar aire para una extraña inanición. Probablemente, mi lucha interna sea la de no aceptar la muerte y por ello no desespero por hacer, por lograr. Probablemente, mi lucha sea con Dios, temo de sus represalias por pensar a veces que no es el único Dios, que puede ser El Demiurgo Satánico y otras veces simplemente el Dios creador bondadoso. Cuál de las dos caras de Jano es este dios. Acaso Lucifer, como dijo la mística Hildegard de Bingen nos dejó la gema de su corona para recordar que la lucha es cruel y mucha contra el hálito desencadenante del creador. La lucha se trata de saber hasta que punto hay que pedir y no pedir, hasta que punto ayudar y no ayudar, hasta que punto el otro es un hermano o un extraño. El pensamiento económico y la indefinición de tierra son culturas invasoras para un pueblo joven sin trabajo. Aquí podría hacer una pausa para que levantes la vista, como dice Barthes, perdón, pero los Europeos se encargaron de minar las citas, me dan un aire de ser un leído, aunque no es así, mi lectura vino con el tiempo y de manera espontánea. Un recuerdo se aparece y es releído. El recuerdo es como un libro concentrado en una visión fugaz acoplada a algo escrito por otro. Cuándo recuerdo toda la sangre que vi, los coágulos de sangre secos en las veredas, las casas incendiadas con los cuerpos en estado de lejía, las emociones colectivas alrededor de los muertos. Mi trabajo me permitió vivir la muerte de Marmeladov que describe Dostoievski, un borracho atropellado por una carroza, en mi caso Marmeladov tenía un nombre hispano y la carroza era un tren, pero el llanto y los humildes observando alrededor eran los mismo. Tal vez la sangre no sea la misma, pero las escenas transmiten emociones idénticas. Es la misma razón por la cual Nietzsche abraza el caballo en Turín y le pide perdón, en verdad pide perdón a sí mismo, él mismo es el caballo azotado por la humanidad, es el mismo caballo que soñó Rodeón en Crimen y Castigo. Es la victoria más dulce y metafísica que Dostoievsky pudo tener con su arte sobre la triste mirada de Nietzsche. Lo nuevo vino hace siglos, los nuevo está culminando, lo nuevo es la injusticia como valor, como principio aceptado por los pueblos. El cuello del muchacho, que giró automáticamente, fue una gota del mundo que marcha. Y mi trabajo, marcha en una mentira automática, pero dentro mío se ejecuta lo no económico lo no vendible, lo no provechoso, solamente, un abandono a la marcha, un suicidio de mi máquina, una grieta hermosa del vacío.

15 sept 2023

cuándo la recuerdo

está su pelo y sus mejillas

la espléndida sonrisa 

amor eterno

tempestad protectora