9 nov 2014

 Diógenes

Mientras hacía un hueco, me contaba que su padre no lo había reconocido como hijo. Cuando se enteró a los quince años de edad que su padre era otro, fue a buscarlo por Rosario. Se citaron en un bar, en la esquina de Urquiza y San Martín. El color era madera, amarillo, rubio, otoñal, café. Cuando se sentó con él, no era otro más que él mismo pero más grande.  Era igual. Pero grande. Le dijo que había formado otra familia y que no le interesaba tener contacto con él. Le negó una prueba de ADN para tener su apellido.

 Antes de los quince tuvo un padre falso. Una especie de padre histórico que lo crío, aunque siempre despertó sospechas. No eran parecidos ni físicamente, ni mentalmente. Diferentes. Pero con Igual apellido.

Un vez de niño le dijeron la verdad, pero nunca más se habló del tema, quedó guardado en un saco roto por diez años. Y cuando cumplió quince años su madre, por un acto de bondad y valentía, se lo volvió a recordar. Y el joven de entonces comenzó a merodear por las zonas de los basurales de la memoria y de la identidad, dónde todo sirve y se transforma en cosas impensadas.

 El hueco ya era hoyo y su mano escarbaba sin parar, salían mármoles, ladrillos, raíces. Lo miraba desde arriba, estaba parado frente a él. Escarbaba y hablaba como solo. La claridad del patio abandonado era tenue. El hoyo que se agrandaba más y más.  La pemumbra me arrastró a una imaginación involuntaria de sentir que debajo de esa tierra habían alimañas, el temor me apoderó el cuerpo, veía hocicos de lagartos, pensaba en reptiles, veía hocicos y dientes de manera arrebataba e inconciente.

"Y cuál es el apellido de tu padre",  le pregunté. "Burguez", me respondió al mismo tiempo que levantaba un gran pedazo de mármol blanco lleno de tierra. "Tiene que ser devuelto para ser olvidado",  señalando el blanco mármol. Miró fijo un segundo el pozo y dijo "Que se vaya todo lo que no me es productivo y lo que no me haga feliz". Y lo tiró. Y cayó en el hoyo. Y lo enterró. Enterró todo. Lo alivió. Lo olvidó en serio.

Le aconsejé que busque un nuevo apellido, hay personas que se cambian el nombre cuando son mayores de edad, hay trámites para hacer un nuevo clan, una nueva identidad recuperada, la de uno mismo fuera de todos. Pero el siguió pensando en el padre.