14 may 2017

te conocí en una plaza
en la estación de tren me esperaste
cerveza, tabaco
el frío de tu lerda primavera
y vos, recubierta por cobriza áurea
contabas vos
y tu mirada
a la distancia
de tu vida
y entendía
con poca prisa
que armábamos un refugio
en la noche de los mundos

entendía que
vivís en un vestido
y un puente,
suspendida en la noche
que oscurece tu baile escondido
un nido invisible
una ventana que se abre
y mejor irse antes
que en la eternidad de tu abrazo

uno acepta cuando se va
pateando piedras de fantasmas
de recuerdos que no existirán nunca

acallando el pulso
una, dos, tres cuadras caminé...
me detuvo algo,
el cielo oscuro quizá...
corazonada absurda
un reloj que mendiga al tiempo
antes de morir
para volver
para pedirte que bajes
para besarte
abrazarte con el manto plateado
en las estrellas, con el nido invisible
en esta noche de los mundos


y quisiera quedarme así

estoy en la entrada
que fue salida,  antes
y no me atrevo a entrar
a reincidir en un fracaso
a negar lo que queda
esas piedras de fantasmas

sería bello que de la vuelta
y te olvide  mirando la luna
como un azulado río pulposo
que lava la memoria abierta

cada vez que caigo
me pregunto si tengo que sonreír
si el cielo calla y vos
allí parada
solamente parada
en Londres...

en uno de los Londres
brotando como un manantial
de brillos que te atrajeron
como un ave inmersa en el bosque
de promesas

ahora son mis labios puestos
en canciones que me empujan
a un amanecer en el camino
mientras tus manos diseñan
destinos en esa noche de los mundos

te conocí en una plaza inglesa
en el mar vacío
en el murmullo de las estrellas
 que se abrazan sin tocarse
y entendí
que nunca te besé
aunque besarte es verte