21 sept 2019

Siempre pensé en ir a Mongolia, de chico tenía un cuadro con un mapamundi, un cuadro que tenía la
Unión Soviética, todavía, y, cuando jugaba con una bola pegajosa como un moco la cual arrojaba hacia el cuadro, del mapamundi, uno de los países a los que apuntaba, para jugar con la puntería, apuntaba a Mongolia, que, con los años, muchos años, como veinte, me llamó la atención por la vida nómada de sus habitantes, por sus cantos armónicos, de sus habitantes, por que, también, Veera había estado allí viviendo como ellos, Veera fue un amor planetario que conocí en el planeta, en el país Perú del mapamundi, y luego, años después, muchos años, como doce, volví a verla en el Polo Norte, allí ella me contó de Mongolia, pero hoy, viendo imágenes de Mongolia, me di cuenta que jamás en mi vida visitaré Mongolia, me di cuenta que ya mi vida está casi acabada, que ya lo que tenía que hacer en su momento no es ya el momento ni será el momento. Me di cuenta que en la vida hay dos ríos, el de las sueños y las fantasías, y, por otro lado, el de la realidad del día a día.