En tu sombra turbia
posan las manos del temor
que buscan, sigilosas
las flores muertas,
que devoran nuestros sueños.
De rojo y espeso silencio.
De letargados besos que no llegan
se alimenta mi (c)alma confusa,
se adormece en tus gélidos hombros
y
en paciente espera
de una seda entre las nubes,
se acurruca a un cuerpo que ya no le pertenece
que le dijo adiós
cuando no existía la memoria
atada a un nombre esquivo
a un presente incompleto.
Una pérgola de infortunio