25 ene 2022

 Anoche la rubia masticó la cabeza del ratón.

La cama rechinaba con cada respiración que hacía. Soñamos juntos. Con madera.
Desperté. Plácidamente abrí los ojos y ya. Siquiera pregunté lo que soñé: "Todas invenciones de tu cabeza", dije.
Puse pava, manteca y pan. Oriné desnudo en el jardín, ante abejas, plantas y Julio. Todos por igual iluminados por el Sol.
Anoche Ella estaba llena. Cuando está en el cenit del cielo, recostada sobre nubes, podemos contemplarla y copular con ella como hace miles de años. Los animales saben como: se echan con el vientre hacia ella, abriendo el sexo.
Le di comida a Rubia. Julio quiso salir, le abrí, como todas las mañanas.
En el camino hacia la verja, vi a él, parte de su cuerpo, ratón de Apolo sin cabeza. Vi sus manos pálidas recogidas hacia dentro, su cuello rojo, y una especie de excremento que no pude saber que era. Seguí de largo. Comí el pan con otro gusto. traté que no se meta en mi cabeza cuando comía.
No parecía bien meterlo en una bolsa. ¿En quemarlo para que lo debore Apolo? Pero decidí enterrarlo como cualquier griego. Hice un pozo con pala, luego mis uñas sacaron el remanente y me vino Antígona a mis manos. Lo arrojé, y cubrí con tierra. Sentí una impresión nueva cuando aplastaba con los pies la tierra sobre su cuerpo. Fin.
Necesitaba un ritual. Por lo menos para crecer. Nunca enterré un muerto. Aunque su cabeza, que no encontré, vagará sola por este mundo.